OTRA PERSPECTIVA DEL POLICÍA
- ImplosiónRD
- 28 nov 2017
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Rubén González Ramos
A través de la historia los cuerpos de policía en México han sido el medio por el cual los líderes del Estado han hecho cumplir de manera coercible sus determinaciones, justas e injustas, legales e ilegales. Por mencionar algunos ejemplos recordemos la matanza de estudiantes del dos de octubre del 68, o la reciente en Ayotzinapa,[1]. Estos eventos en gran medida explican a nivel general la imagen negativa que la mayoría de la población mexicana tiene de la policía.
Ese tipo de acontecimientos y otras conductas que desafortunadamente se volvieron cotidianas, como la corrupción y la prepotencia, aunadas a las inverosímiles condiciones laborales de los cuerpos policiacos, arrojan como resultado un aspecto policial superlativamente negativo ante la sociedad mexicana.
Incluso los mismos policías tienen una imagen negativa de su profesión, tal y como fue evidenciado en el trabajo realizado por la antropóloga Elena Azaola Garrido, en el que los elementos policiacos utilizan términos peyorativos para autodescribirse, pues ellos mismos se consideran “[…] rateros, abusivos, prepotentes, ignorantes, sucios, alcohólicos, corruptos, rudos, drogadictos y agresivos.”[2]
Resulta complicado apreciar al elemento de policía como víctima y no como victimario, porque la mayoría de la sociedad considera que casi todos los policías mexicanos “[…] violan habitualmente derechos civiles y políticos de los ciudadanos, cometiendo irregularidades, abusos de poder y actos de maltrato […]”[3] en perjuicio de la población mexicana, violaciones a derechos humanos que particularmente “[…] conciernen a la detención arbitraria; la discriminación; la inculpación ilegal; la violación al derecho a la integridad física, la dignidad, el honor y la libertad personal; el trato cruel, degradante e inhumano; y las injerencias arbitrarias en el interés superior del niño.”[4]
Es mediante este tipo de prácticas transgresoras a derechos humanos que los policías mexicanos han perdido la confianza de la mayoría de los miembros de la sociedad, pues “[…] la detención arbitraria o ilegal, la coacción, la extorsión, la privación ilegal de la libertad, la tortura y todas aquellas calificadas como violaciones a la integridad personal y al derecho al debido proceso judicial […]”[5] son modos de actuar de autoridad que en cualquier sistema de convivencia resultan reprobables.
El sistema penal inquisitivo, del que aún quedan algunos rezagos por la reciente reforma penal que cambió al sistema penal acusatorio, permitió por muchos años el incremento de la percepción negativa que se tiene de los cuerpos policiacos mexicanos porque dicho sistema está basado en la “[…] averiguación previa, el cual permite recabar datos que puedan tener valor probatorio en el juicio, [lo que] anima a la policía […] a fabricar pruebas para conseguir que se dicte la sentencia condenatoria […]”[6]
Situación que desafortunadamente incrementa la desconfianza que la mayoría de la población mexicana tiene en sus policías, pues las actuaciones dentro del antiguo sistema penal eran altamente conocidas, pero sobre todo se prestaban a detenciones arbitrarias y violaciones a los derechos humanos mencionados anteriormente. “La validez de la confesión como prueba autoincriminatoria, aunada a la facultad de “custodiar” al detenido durante horas, hace que la coacción física, psicológica y/o moral, y la tortura, a pesar de no ser reconocidas por los policías, sean de hecho practicadas regularmente.”[7]
En términos generales podemos señalar que la desgastada percepción que tiene un importante sector de la sociedad mexicana respecto de los policías ha llegado a tal grado que el policía se vuelve temido y aborrecido por ciertos sectores sociales, desagrado que queda evidenciado con el propio actuar de los elementos de seguridad pública y la percepción que tienen de su labor.
En general, el uso de la violencia contra los individuos criminalizables es justificado por los policías como una necesidad de la labor policial, en un mundo moral maniqueo dividido entre ellos y los enemigos (el resto de la sociedad): “estamos trabajando en la calle y eso significa que tenemos que golpear gente porque así es la calle, la gente es mala” […].[8]
Este tipo de conducta por parte de los elementos policiales desató la construcción de un nuevo lenguaje para encubrir las malas actuaciones en el ejercicio de las funciones policiales, ejemplo de ello es la “[…] “puesta a disposición” y no de [nombrarlo como] lo que realmente suele ser, un secuestro legal [...]”,[9] en el mismo sentido tenemos
[…] una “consignación”, en este discurso, contiene latente la violencia del arresto arbitrario en la vía pública sin existencia de flagrancia e incluso en domicilios particulares sin orden judicial. Por su parte, una “averiguación previa” aquí aparece con una fuerte carga peyorativa, capaz de estigmatizar a los policías, la cual es aplicada como represalia por una causa de orden interno, probablemente ajena a la acusación formal. Por último, una “irregularidad” es un eufemismo más amplio, que puede involucrar cualquier acto de corrupción y abuso de poder cometido por un servidor público.[10]
Esta carga discursiva que suaviza el actuar ilegal, corrupto y violento de los elementos policiales de las últimas décadas, poco a poco ha sido percibida por la mayor parte de los sectores de la población, que al entender el contexto del lenguaje policial, hace que el temor y la percepción negativa hacia los elementos de seguridad sea claro.
Otra parte de esta percepción negativa del policía se desprende de su formación académica y carrera policial dentro de las respectivas corporaciones, hay un dicho popular mexicano que es consigna de eventos masivos o manifestaciones que versa “¡hay que estudiar, hay que estudiar, el que no estudia a policía va a llegar!”[11] En México dos de cada 10 policías tiene sólo secundaria, cuatro de cada 10 se sienten regularmente preparados para recibir una denuncia y tres de cada 10 policías se sienten poco preparados para dar primeros auxilios.[12]
Tampoco se debe pasar por alto el hecho de que el contacto más frecuente que tiene la sociedad mexicana respecto a los elementos de seguridad pública , es con los policías municipales, quienes tienen como funciones más relevantes y cotidianas interferir principalmente en las siguientes actividades sociales.
-Alterar el tránsito vehicular y peatonal;
-Ofender y agredir a cualquier miembro de la comunidad;
-La práctica de vandalismo que altere las instalaciones y el buen funcionamiento de los servicios públicos municipales;
-Alterar el medio ambiente del municipio en cualquier forma, ya sea produciendo ruidos que provoquen molestias o alteren la tranquilidad de las personas, así como arrojar basura en la vía pública, etc.;
-Utilizar la vía pública para la venta de productos en lugares y fechas no autorizadas;
-Maltratar, ensuciar, pintar, instalar letreros o símbolos, o alterar de cualquier otra forma las fachadas de los edificios, esculturas, bardas o cualquier otro bien con fines no autorizados;
-Escandalizar en la vía pública;
-Ingerir en la vía pública o a bordo de cualquier vehículo bebidas alcohólicas.[13]
El constante contacto que pone limitantes al comportamiento y a la convivencia de la población por parte de los cuerpos policiacos municipales, específicamente en las actividades enunciadas, deja entrever los motivos por los cuales la mayoría de la población tiene una percepción negativa del policía mexicano, pues existen constantes experiencias negativas que tienen relación con las personas que han incurrido en las conductas aludidas, pues estas personas encuentran contactos poco gratos con la autoridad policial al ser sorprendidos cometiendo dichas conductas.
Otro de los datos que nos facilita la apreciación del escenario en el cual la policía tiene una percepción negativa ante un gran sector de la población, es en materia de confianza, ya que Consulta Mitofsky, en el año 2015, llevó a cabo una encuesta en México sobre la confiabilidad de la gente en las instituciones, en el que las corporaciones policiacas obtuvieron un nivel de confianza bajo, con una calificación de 5.3 de una escala del 1 al 10.[14]
En el contexto señalado, la policía se encuentra totalmente desprestigiada a tal grado que se han presentado diversos brotes de policías comunitarias, como en el caso de Guerrero, que ante la corrupción y evidente incapacidad de sus cuerpos policiacos ante la situación de violencia y narcotráfico del Estado, decidieron crear cuerpos parapoliciales integrados por miembros de la propia comunidad.
Entonces, si la relación cotidiana que guardan los elementos de seguridad pública con la ciudadanía es esquemáticamente de corrupción, lo cierto es que la forma en la que una gran parte de la población ve a los policías es negativa. Lo anterior se nota en la cotidianidad, cuando las personas cuentan que un policía actuó de buena forma se cuenta como algo novedoso, como si hacer lo correcto fuera algo alejado del comportamiento normal del policía.
Sin embargo, es importante poner en evidencia que existe otro tipo de corrupción interiorizada, “[…] la que se conoce como corrupción administrativa, se da durante la gestión de los recursos humanos y materiales al interior de la institución, es decir, forma parte de la cultura institucional […]”[15]
En esa tesitura podemos indicar que un elemento policial difícilmente encontrará una salida a su relación con los actos de corrupción en los que se encuentra inmersa su actividad laboral,
[…] la corrupción es omnipresente […] sirve para regular aspectos como la presentación de exámenes en la academia de formación, el pase de lista, retardos, la asignación de zonas de trabajo y equipo, la realización de trámites internos, la elaboración de informes e incluso la protección de algunos delincuentes.[16]
Es menester notar que la corrupción “[…] intrainstitucional es considerada por los propios agentes, junto con la escasez de recursos, la principal causa de su falta de operatividad y de las conductas ilícitas en las que incurren.”[17] Los policías mexicanos consideran que la corrupción al interior de las propias corporaciones los afecta a tal grado que les impide realizar sus funciones de forma adecuada, de la manera que espera la sociedad.
La jerarquía institucional para la que son preparados los elementos de seguridad pública desde su entrada a cada corporación también es un grave problema cuando no es encaminada correctamente, los policías han sido formados esencialmente para recibir órdenes y ejecutarlas sin cuestionar ni hacer reflexión alguna, han sido preparados para obedecer sin aprender a tomar decisiones por sí mismos en su actuar como elementos policiales. Hasta hace poco comenzó a cambiar esa perspectiva en la formación policial para darle mayor libertad de decisión, pero al salir de la academia las prácticas siguen siendo de obediencia incuestionable, “[…] la jerarquía exige una obediencia ciega que es reivindicada por la mayoría de los mandos. Por ejemplo, un coordinador afirma: “el mando es el mando, yo ordeno a mis elementos y se acabó, no tiene por qué haber comunicación”.[18] Incluso en una encuesta realizada en el 2015 fue indicado que 6 de cada 10 consideran que su superior inmediato es algo autoritario y muy autoritario.[19]
En la situación narrada en el párrafo que antecede, es importante destacar el trabajo antropológico de Mariana Sirimarco, en el cual señala que la formación que se les da a los cadetes, que pasarán a formar parte de las corporaciones policiacas, “[…] se entrena al cuerpo para que responda, se logra que el desempeño no se reflexione, sino que se actúe.”[20]
Lo anterior aunado a que las jornadas de trabajo a las que son sometidos y el ambiente laboral altamente tenso en el que están envueltos aleja a los policías de su familia, tal y como lo expone la declaración de un elemento citada por Azaola en la que el policía sostiene: “emocionalmente nos sentimos más cerca de nuestra pareja [policía] que de nuestra familia”.[21]
Además, de ninguna forma debe pasar desapercibida la situación de vigilancia interna a la que son sometidos los elementos policiales en las corporaciones de seguridad a las que pertenecen. Pues los policías mexicanos son sometidos a un
[…] proceso de autocastigo institucional dirigido a una selección de policías que sirven de chivos expiatorios, normalmente agentes de baja gradación en situaciones de desamparo por parte de sus jefes y novatos […] Se trata de una cacería de brujas simbólica que poco modifica las conductas de la mayoría de los policías; antes al contrario, parece exacerbar todavía más las prácticas de abuso de poder, dado que a estos policías tampoco se les respetan sus derechos como acusados en los procedimientos penales que enfrentan.[22]
Es de suma importancia referir que una de las principales causas por las cuales da inicio un procedimiento de baja de un elemento policial, es el hecho de no aprobar las evaluaciones de control y confianza a las que son sometidos de forma esporádica, regularmente anual. En relación con esta situación vale la pena resaltar que el elemento policiaco trabaja en un estado de incertidumbre laboral, porque pocas veces conoce el resultado de su evaluación debido a la deficiente interpretación de la legislación de transparencia que indica que tal información es confidencial, confidencialidad que desde luego no puede ser aplicada al elemento policial evaluado, de ahí la deficiente aplicación de la ley.
En cuanto al tema de la formación académica policial, la reforma constitucional en materia de seguridad de 2008 derivó una nueva legislación general de seguridad pública que estableció como nivel educativo policial la educación “[…] media básica para las áreas de reacción, enseñanza media superior para las áreas de prevención y estudios universitarios para las áreas de investigación.”[23] No obstante, esta situación pocos resultados ha tenido para cambiar el ambiente laboral precario de los elementos policiales hacia el interior de sus corporaciones en cuanto a su preparación se refiere, pues tanto en 2014 como en 2015 la escolaridad de las y los policías es de bachillerato en un 60%.[24]
La razón por la que la poca preparación deja a los policías en una situación vulnerable tiene que ver con el hecho de que los coloca en clara desventaja con sus superiores y con la sociedad en general, se limitan a seguir las indicaciones del mando sin cuestionarles, permite que sean propensos a ejecutar órdenes por más erróneas, ilógicas e ilegales que pudiesen ser, impide que defiendan sus derechos como elementos de seguridad pública en relación con el Estado, sus derechos laborales, sociales, humanos.
Otra cuestión que es importante mencionar acerca de la situación institucional que guardan los elementos de policía en México es el salario, tanto las “[…] condiciones laborales como las retribuciones salariales de las y los policías en México, están lejos de ser los necesarios y suficientes para garantizar una vida digna para el trabajador y su familia.”[25]
De acuerdo a datos dados a conocer por la SNSP, el salario promedio ponderado del personal de seguridad pública de las 32 entidades federativas, incluyendo los municipios (que sumaban a la fecha 372 mil 925 personas) se estimaba en $6,229 pesos mensuales, aún cuando las diferencias salariales entre entidades son abismales. Así, tenemos que mientras en Veracruz el salario ponderado promedio de una o un miembro de las corporaciones de seguridad pública es $3,154 pesos, en Tamaulipas este salario es de $11,906 pesos.[26]
Situación que pone al trabajo de policía como una profesión poco deseada, a la que únicamente llega gente poco preparada, que no respeta ni hace adecuadamente su labor, lo que arroja la percepción negativa de los elementos policiales asociada a su precaria condición laboral, social y jurídica, que culmina en el desinterés de conocer la situación en la que se encuentran los policías del país por gran parte de la población. Por ende, es más fácil para el Estado Mexicano implementar medidas legislativas, administrativas y judiciales que transgreden los derechos humanos de los policías, pues la población no se interesa en las violaciones a derechos humanos de las que puedan ser sujetos los elementos policiales, por el mismo desprestigio social del que son titulares los elementos de seguridad pública.
Esto con independencia de que los bajos salarios propician conductas de corrupción que ponen nuevamente en evidencia la percepción negativa del policía hacia gran sector de la población, como fue señalado en este texto con anterioridad, perspectiva negativa que también aporta al estado de vulnerabilidad del policía mexicano, debido a que esta percepción facilita que se carezca de interés ante la situación laboral y social del elemento de seguridad.
FUENTES
Azaola Garrido Elena, “Imagen y autoimagen de la policía en la Ciudad de México”, Revista Veredas, 2006.
Azaola Garrido Elena y Ruiz Torres Miguel Ángel, “El rol de la corrupción en la reproducción institucional de la Policía Judicial de la ciudad de México”, en Sergio Aguayo Quezada y Raúl Benítez Manaut (eds.), Atlas de la seguridad y la defensa de México 2012, México, Atril excelencia editorial, (en adelante El rol de la corrupción).
Azaola Garrido Elena y Ruiz Torres Miguel Ángel, Investigadores de papel. Poder y derechos humanos entre la Policía Judicial de la Ciudad de México, México, s.e., 2006, (en adelante, Investigadores de papel).
Azaola Garrido Elena y Ruiz Torres Miguel Ángel, “Papeles policiales: abuso de poder y eufemismo punitivo en la Policía Judicial de la ciudad de México”, Desacatos, núm. 33, mayo-agosto 2010, (en adelante, Papeles policiales).
Causa en Común A.C., página de internet, http://causaencomun.org.mx/wp-content/uploads/2015/08/Presentacion-DesarrolloPolicial.pdf, consultada el 5 de agosto de 2016.
Consulta Mitofsky, http://consulta.mx/index.php/estudios-e-investigaciones/mexico-opina/item/575-confianza-en-instituciones, consultada el 17 de marzo de 2016.
Excélsior, página de internet del periódico, http://www.excelsior.com.mx/nacional/2014/10/09/985956, consultado el 5 de octubre de 2015.
Olivares Ferreto Edith, “Condiciones sociolaborales de los cuerpos policiales y seguridad pública”, Análisis Político, diciembre 2010.
Sirimarco Mariana, “El abordaje del campo policial. Algunas consideraciones en torno a la formación inicial: entre la praxis y las reformas”, Jurídicas, Vol. 6, Núm. 2, julio-diciembre, 2009.
Yañez Romero José Arturo, Políticas pública y función policial para los municipios de México, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Youtube, página de internet, https://www.youtube.com/watch?v=9cVQ4Ux6-eM, consultada el 8 de febrero de 2016.
[1] Excélsior, página de internet del periódico, http://www.excelsior.com.mx/nacional/2014/10/09/985956, consultado el 5 de octubre de 2015.
[2] Elena Azaola, “Imagen y autoimagen de la policía en la Ciudad de México”, Revista Veredas, 2006, p. 330.
[3] Elena Azaola Garrido y Miguel Ángel Ruiz Torres, Investigadores de papel. Poder y derechos humanos entre la Policía Judicial de la Ciudad de México, México, s.e., 2006, p. 5, (en adelante, Investigadores de papel).
[4] Elena Azaola Garrido y Miguel Ángel Ruiz Torres, “Papeles policiales: abuso de poder y eufemismo punitivo en la Policía Judicial de la ciudad de México”, Desacatos, núm. 33, mayo-agosto 2010, p. 97, (en adelante, Papeles policiales).
[5] Elena Azaola Garrido y Miguel Ángel Ruiz Torres, “El rol de la corrupción en la reproducción institucional de la Policía Judicial de la ciudad de México”, en Sergio Aguayo Quezada y Raúl Benítez Manaut (eds.), Atlas de la seguridad y la defensa de México 2012, México, Atril excelencia editorial, p. 119, (en adelante El rol de la corrupción).
[6] Papeles policiales, p. 98 s.
[7] Ibid., p. 99.
[8] Ibid., p. 100.
[9] El rol de la corrupción, p. 122.
[10] Loc. cit.
[11] Youtube, página de internet, https://www.youtube.com/watch?v=9cVQ4Ux6-eM, consultada el 8 de febrero de 2016.
[12] Causa en Común A.C., página de internet, http://causaencomun.org.mx/wp-content/uploads/2015/08/Presentacion-DesarrolloPolicial.pdf, consultada el 5 de agosto de 2016.
[13] José Arturo Yañez Romero, Políticas pública y función policial para los municipios de México, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, s. a., p. 483.
[14] Página de internet de Consulta Mitofsky, http://consulta.mx/index.php/estudios-e-investigaciones/mexico-opina/item/575-confianza-en-instituciones, consultada el 17 de marzo de 2016.
[15] Papeles policiales, p. 97.
[16] Edith Olivares Ferreto, “Condiciones sociolaborales de los cuerpos policiales y seguridad pública”, Análisis Político, diciembre 2010, p. 13.
[17] Papeles policiales, p. 97.
[18] El rol de la corrupción, p. 121.
[19] Causa en Común A.C., Informe Ejecutivo de Resultados Encuesta ¿Qué piensa la policía? página de internet, http://causaencomun.org.mx/wp-content/uploads/2015/08/Encuesta.pdf, consultada el 5 de agosto de 2016, p. 9.
[20] Mariana Sirimarco, “El abordaje del campo policial. Algunas consideraciones en torno a la formación inicial: entre la praxis y las reformas”, Jurídicas, Vol. 6, Núm. 2, julio-diciembre, 2009, p. 135.
[21] El rol de la corrupción, p. 121.
[22] Ibid., p. 126.
[23] Ibid., p. 7.
[24] Causa en Común A.C., Informe Ejecutivo de Resultados Encuesta ¿Qué piensa la policía? página de internet, http://causaencomun.org.mx/wp-content/uploads/2015/08/Encuesta.pdf, consultada el 5 de agosto de 2016, p. 5.
[25] E. Olivares Ferreto., op. cit., p. 8.
[26] Ibid., p. 9.
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